el bueno, el malo y el enano

7/3/10


La bruja del cuento de Blancanieves es mala, Blancanieves es, obviamente, buena . Los que no hacen bien su trabajo de alertar frente al peligro son malos, los que los hicieron sin que fuera su deber son, obviamente, buenos. Los que hacen de la tragedia un espectáculo de TV, son malos los anónimos que agarran el primer bus para ir a reconstruir son, obviamente, buenos. Los que construyen casas que se caen como naipes son malos, los que las construyen firmes como rocas son, obviamente, buenos. Los que roban cuando el país ha caído en desgracia son malos, los que evitan el desorden son, obviamente, buenos.

A días del terremoto me sentía completamente inútil y superficial, hoy me tienen de mal humor todos los análisis que se han hecho de las reacciones humanas frente a la catástofre... los que culpan al capitalismo, los que culpan a los medios, los que culpan al lumpen, los que culpan al gobierno, los que culpan al pasado. Me tienen inquieta porque ninguno me deja con la idea de que, alguna vez, seremos distintos. En La Tercera de hoy dice (ellos dicen que así lo diría Darwin) que la evolución humana debe recorrer un trayecto del egoísmo al altruismo, según eso podemos ponderar qué tan bien nos adaptamos al medio. Se hace difícil dejar de pensar como en los cuentos que los niños casi ya no leen: siempre hay un bueno-bueno y un malo-malo... y no me gusta.

Claro, no hay buenos y malos, depende del lente con el que se mira, ¿no? El paco apuntando en garganta al saqueador es bueno para los que buscan que el orden retorne pronto y malo para los que consideran que el fin no justifica estos medios. Cada uno puede pensar como se le dé la gana... el intelectual amargo pensará que la Teletón montada para el terremoto es una manera de maquillar nuestro individualismo, dejando tranquilas a las frágiles conciencias de la clase media y de los muy muy ricos y/o famosos (igual hará alguna donación por si las moscas); las chicas de Yingo pensarán que de la colecta depende completamente la reconstrucción moral y material del país, y moverán sus siliconas como si de eso dependiera su próxima aparición en SQP. El facho pensará que el problema es no haber controlado al lumpen a tiempo, mi socio de ichquierda pensará que el problema es la falta de equidad. Pensar así me inquieta aún más, porque me doy cuenta que no sé lo que pienso... seré una amragada? seré una chica Yingo? le habría robado un plasma al Lider? seré facha?!!!

Ayer vi en la tele una versión de Blancanieves que me pareció de lo más recomendable (Sigourney Weaver de bruja y Sam Neill como el pelotudo papá de Blancanieves). Lo que más me gustó fue la versión de los siete enanos que ahí aparece. Tienen cosas en común con los rosaditos de Disney: son siete, viven al margen de la civilización y trabajan en una mina. Pero los contrastes son evidentes: solo uno de ellos es enano, los demás miden más de 1.70 e incluso hay algunos de aspecto bastante interesante (Gil Bellows entre ellos... el eterno amor platónico de Ally Mcbeal, recuerdan?). Como si el contraste de estatura no fuera suficiente, estos "enanos" tratan pésimo a Blancanieves: tratan de violarla, no le dan comida y permanentemente piensan cómo sacar provecho económico de su presencia. Y si esto aun no fuera suficiente, la ambigua y masoquista Blancanieves termina enamorada de uno de los "enanos", quien la despierta de su sueño; Blancanieves sufre porque el rubio príncipe que debía ser su esposo, ahora le parece más desabrido que galleta de chuño.

¿Qué tiene que ver eso con mis telúricas reflexiones? Que me gustaría tener una versión de los personajes secundarios del cuento de la catástrofe como la de los enanos de la película. Una versión que no peque de inocente ni de complaciente, pero que permita neutralizar lentes y poner a cada cual en su cada dónde y con su cada qué. Y los más importante, que sea una versión útil para sentir que se evoluciona (no sé si del egoísmo al altruismo, no me convence) o, al menos, para convencerme que no voy a la deriva. Se aceptan todo tipo de donaciones.