Esperar o cambiar

29/7/08

(esto ya lo puse en otro blog, pero lo encuentro tan atinado de mi parte (qué modestia!) que lo dejo aquí para que se repitan el plato mis raros y escasos lectores).

La conocí cuando tenía que viajar todos los días desde mi casa al campus San Joaquín de la UC.
No era muy linda, ni muy atlética, ni muy culta, ni siquiera olía bien, pero me llevaba justo donde yo quería ir y sin escalas. Mezquina como ella sola, aparecía justo cuando yo ya había perdido las esperanzas.
Encontrarla en el paradero era, sin duda, un signo de que el día empezaba bien. Y así
empecé a cambiar nuestros casuales encuentros por una sigilosa y paciente espera.
Es que de a poco empecé a quererla, a desearla… hasta que me acostumbré a ella y ya ningún día era un buen día si no la tomaba (por delante o por detrás, en esos tiempos no era importante).

Hasta que un día la espera comenzó a prolongarse: 20 minutos, 25 minutos, ¡media hora! Mi paciencia comenzaba a agotarse, pero nunca dejaba de pensar que quizás podía haberle pasado algo y seguía esperándola.

Cuando veía que podía engañarla y tomar a otra, me atacaban por la espalda todos los minutos invertidos en su espera… quizás estaba por llegar y yo arruinaría todo el sacrificio por una satisfacción rápida y sin compromiso. Entonces esperaba, cada vez más, cada vez con más consecuencias negativas para mí… cada vez menos por ella y más por los minutos invertidos en su espera.

A medida que se acercaba el día de mi graduación, nos dimos cuenta de que nuestros días estaban contados. Yo ya no la necesitaría y ella estaba próxima a cambiar su recorrido (quizás lo hizo para creer que era ella la que me dejaba, no sé).

Y así fue. Nuestro final, aunque triste, se dio de la mejor manera posible porque nunca la hice sufrir con mi falta de paciencia, simplemente dejamos de necesit
arnos. Pero el final no es lo importante. La 670 me dejó una lección que los más astutos ya habrán inferido: en ocasiones las relaciones solo se basan en el esfuerzo invertido, pero ya no queda nada por lo que valga la pena seguir esforzándose.
¿Me explico? Por ejemplo, a estas alturas habrá algunos raros y escasos lectores pensando que solo siguen leyendo esto porque ya han leído más de la mitad. Sucede lo mismo en parejas donde la necesidad de un cambio de recorrido se olfatea desde todos los paraderos, siendo común escuchar frases del tipo “cómo nos vamos a separar después de tanto tiempo” o “es que me ha costado… si es mucho menos mamón que antes!”. Y empieza a importar más lo que ha pasado que lo que queda por pasar: llegar feliz y a destino pasa a un segundo plano, solo importa no cambiar de recorrido.

No sé si esta lección que me ha dejado una micro me acerca o no a la sabiduría, ni siquiera sé si es una buena lección (en el sentido de éticamente correcta), pero alerta sobre la
enorme cantidad de tiempo y falta de amor que podemos ahorrar cuando, de manera resuelta y enérgica, decidimos irnos a pie o cambiar de recorrido… aunque a medio camino seamos víctimas del transantiago e inevitablemente tengamos que hacer un trasbordo. A última hora se me ocurre que una buena opción también puede ser enchular a tu 670 para volver a descubrir eso que te cautivó y que te ha hecho esperarla miles de minutos. Cambio el título de esta cuestión: “Esperar, cambiar o enchular”.

onda lost?

22/7/08



El lunes recién pasado tuve un sueño de lo más raro. No recuerdo muy bien de qué se trataba, solo sé que desperté de un salto con un número de teléfono en la cabeza: 4948219. Lo anoté en mi celular casi como un impulso y seguí durmiendo. Llamé al otro día… “el número que usted marca no existe”. Me decepcioné, ¿qué podría significar este número?, ¿será un número al cual debo llamar en unos años más?, ¿será una combinación de números del loto? (igual los pongo en mi blog… si alguien encuentra la combinación ganadora, me avisa a mi, la soñadora ingenua).


A pesar de mi intento fallido de comunicación con el destino, seguí impactada con mi sueño y se lo mostré a una compañera de trabajo. Ella miró el número grabado en mi celular y gritó: “¡weona! ¡ese es casi el número de teléfono de mi casa!” y tiró mi teléfono volando… solo había que cambiar el 1 por un 2.


No sé, nunca había tenido un sueño así… ¿será que ella es la mujer de mi vida?, ¿será que había que hacer algo para que mi celular cayera al suelo y me decida a cambiarlo?, ¿será que solo es un número?, ¿será que tengo que cambiar de trabajo?, ¿será que finalmente terminará gustándome Sabina?, ¿será que tengo que ver más a mis amigas?, ¿será que tengo que bautizar a mis hijos?, ¿será que tengo que pintar mi dormitorio de un color que no sea fuccia?, ¿será que tengo que cortarme el pelo?... oh, qué será, qué será.

El numerito me da vueltas … apuesto a que mis raros y escasos lectores me ayudarán a descifrar este misterio de mi inconciente inconciente.

¿Cómo dijo que dijo?

15/7/08


La gente que trabaja(mos) en educación no para de hablar del jarrote de agua que le llegó ayer a Ministra (ojo que la tradición heredada no permite decirle “la” Ministra). Para los desinformados, aquí un extracto de La Cuarta de hoy:
“Todo Chile vio cómo una estudiante le lanzó el tremendo jarro con agua a la ministra de Educación, en una acción inédita contra un secretario de Estado.
La ministra asistía a diálogos ciudadanos con estudiantes y profesores y cuando ya se retiraba del salón del Hotel Crowne Plaza, una joven de 14 años se acercó a hablarle. Era María Música Sepúlveda Cavieres, una niña que aprovechó la oportunidad de hablar con la mujer que maneja los destinos de la educación en Chilito. La chicoca contó a La Cuarta qué se le pasó por la cabeza para acometer la impulsiva acción. "Cuando estaba hablando con ella era como hacerlo con una pared. Yo sentía que ni siquiera estaba escuchando lo que le decía y eso no me gustó", dijo Música.”

¿A ver? un momento… ¿cómo dijo que se llamaba la pendeja? ¿Música? Sé que mil cosas interesantes y profundas pueden comentarse a partir de esta noticia, pero me da lata y no logro despegar mi atención de ese nombre… ¿María Música dijo que era?
No puedo quedar indiferente ante la gente que les pone a sus hijos esos nombres con olor a flores y pantalones pata de elefante. He conocido Acuarelas, Castañas, Palomas, Almendras… pobres víctimas del superloquismo y la güeá cultural (qué gran concepto… aunque no estoy segura de estar libre, júzguelo usted).

Seguro que si la pendeja se llamaba María Elisa la toman más en serio y Ministra termina agradeciéndole por ayudarla a mojarse el potito.

Mi primer post femenino

7/7/08


“En las mañanas me pongo en la cara Bionic Face Sreum, de Neostrata, luego una crema que manda a hacer mi dermatólogo con factor solar y ácidos que sirven para quitar las manchas. En la noche, me limpio la cara con vaselina líquida y jabón Clinique blanco. Me exfolio con una esponjita vegetal y me paso un algodón con Tonique Douceur, de Lancome. Sigo con Bionic Face Serum y la crema de noche de mi doctor. Finalmente, me echo Phyto Soya Creme Visage. Cada seis meses voy a ver a mis dematólogos. En la playa uso sombrero y el bloqueador más potente que encuentre. Desde hace diez años practico ballet tres veces a la semana”. (una sra. con 17 años más, mejor cuero y mejor cara que yo en Revista Paula).

Y qué será de mí en 17 años más! Con suerte me echo algo de crema en la cara algunas veces en la semana y mi mayor esfuerzo físico es llevar a mi hijo al jardín. Jamás podré tener la disciplina ni el dinero para usar la crema washangüer que me recete mi dermatólogo que nunca visitaré, ni para ir a los pilates de la pupi correa. En el mismo reportaje salen minas con 4 años más que yo que ya se han echado más crema que la que me he echado yo en toda mi vida.

Uys, me vino el viejazo… pero nimporta, ahora que lo pienso bien, yo también tengo mis “secretos bien guardados” para llegar a los 40 sin ser una vieja culiá:

- Jugar play station y ver películas de terrol.

- Usar zapatillas de esas que no sirven para ningún deporte, solo por el placer de usar zapatillas.

- Gritar en la calle.

- Inventar pasos de baile cuáticos y ensayarlos en un baño público.

- Comer en la cama.

- Perder algún documento importante (carné, tarjeta redbanc, tarjeta de crédito, el papel indispensable para el trámite urgente, etc) al menos una vez cada seis meses.

- Beck.

- Chocolate sin remordimiento y sexo sin expectativas.

- Hacerle el quite a las reuniones familiares.

- Jamás usar cartera (solo bolsos y mochilas, dijo mi dermatólogo).

- Pensar que nada es para siempre.

Alguna otra sugerencia? En unos añitos les cuento como me fue.

Pd: Natalia… y todo esto por lo que me dijiste en la mañana.

Pd2: avísame cuando me vea más vieja que tú (eso no es para ti Natalia, no te me vayas a ofender)