yastá

Tener un hijo es difícil. Partiendo con lo extrañísimo que es ver que sale un ser con cabeza, ojos y todo desde dentro de ti. Y lo peor no es eso… todo el cuento del instinto y el amor automáticos son algo que se inventó cuando ya no era necesario proteger a tu guagua porque venía un tigre a comérsela o cuando la leche materna se pudo reemplazar por leche en polvo (los psicoanalistas se han  encargado de agregar angustia al cuentito del amor maternal). Se supone que uno tiene que ser buena mamá desde que te das cuenta que estás embarazada, pero cuando ves que el cansancio te gana, que quieres estar en la ducha tranquila sin pensar en caídas o ahogos, que quieres volver a dormir de corrido, solo sientes culpa y vergüenza por desear ser un poco como antes… uuuh, qué mala madre que soy. Y se sufre porque sientes que no quieres que nada malo le pase a ese cachorrito y porque al mismo tiempo crees que te vas a terminar tirando por el balcón con guagua y todo. Habrá algunas que viven su maternidad como un sueño rosado, pero no es lo que me ha tocado ver.

Bueno, como decía, tener un hijo es difícil... toda esa dependencia, la importancia de cada una de tus acciones y omisiones te come el cerebro. Es difícil, pero desde ayer creo que más difícil es la independencia de ese que fue tu mayor preocupación por años. ¿Qué se hace cuando un hijo es más sabio que tú? ¿cuando tiene la rigurosidad de pensar por mucho tiempo antes de actuar? ¿de dar la cara cuando dice que se baja del barco?

¿Y qué es lo difícil? Darte cuenta que todo lo que fantaseaste que harías para que tu hijo desarrolle esto o esto otro, para que enfrente la vida de esta o esta otra forma, que trate a los demás así o asá, ya lo hiciste y no hay más. Como una figura de greda que ya se secó.

Ya le fijaste los traumas que lo harán fracasar y le ayudaste a desarrollar lo que lo podría salvar de la decepción y yastá! no hay más! Antes tenías tanto en tus manos por hacer, hoy solo sentarte a mirar cómo resultó todo, ¡cómo no va a ser difícil!

Es difícil… pero es lindo pensar que quizás, en una de esas, no lo hiciste tan mal.